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Dar es Salaam

Altos de Chiapas

Altos de Chiapas Son los altos de la tragedia, del color, del sincretismo religioso, del olor al pinabeto y a la cera de miles de velas encendidas en las iglesias, que hacen de altar hechicero para todos los indios que se acercan hasta allí. San Juan de Chamula es el paradigma, que diría mi profesor Mingolarra, de lo que es Chiapas.

La aldea esta llena de indios de todos los pueblos de alrededor que vienen a celebrar el bautizo de sus inconscientes vástagos. El templo está repleto de santos, velas, huevos, cocacolas, chamanes, brujos, hechiceros, monaguillos y un cura. El Padre reparte certificados de cristiandad en la pila bautismal cada dos minutos, mientras el resto de la gente que ha colmado el templo implora a sus dioses. Los brujos sanan a los enfermos del cuerpo y de la mente con cocacolas y huevos. Los huevos recogen el mal que anida en el cuerpo y la cocacola provoca el eructo por donde escapa despavorido el mal espíritu. Todo bajo la atenta mirada de San Antonio, colocado en el lugar preferente en el retablo junto al Sagrario. A Jesús le destinan un lateral, es menos milagrero que el de Padua.

Los rezos se entremezclan con el humo y las finas hojas esparcidas de los pinos perennes, el monaguillo grita ¡el siguiente! Fuera el multiculor atuendo del Consejo de Ancianos requiere la atención de los turistas, que previamente han tenido que guardar sus cámaras en el autobús, se ha llegado el caso de matar a palos a un alemán por retratar estas almas del maíz. Sin embargo, paradojas de la vida, el momento más culminante del bautizo se sucede fuera de la iglesia. Allí el fotógrafo oficial, autóctono, congela la sonrisa sin futuro de los padres y el llanto despreocupado del hijo que intenta aferrar el endurecido pezón de su madre. El padrino apaga las velas y sirve el tequila que más tarde desgarrará las voces y el hígado de los pobres de espíritu y de plata a los que en DF al tapado de turno le importa un carajo.

Los ancianos del consejo escuchan las murmuraciones de los afectados por algún asunto ejidal, cómo si ellos pudieran repartir el veredicto con justeza sin contar con las autoridades económicas que desde hace 500 años defienden sus latifundios vacunos. "Quiero Tierra y Libertad" grita Emiliano Zapata en un popular corrido que luego el cansalmas de Ismael Serrano nos recordará en una ranchera de autor, suspirando por un mayo del 68 que para su desgracia no conoció y se tiene que conformar con festivales benéficos en favor de Ayuda en Acción.

Unas canastas de baloncesto rematan el paisaje de los Altos, otra paradoja, un deporte para altos en los Altos, jugado por bajos bajo un sarape que sustituye la camiseta Adidas, y una negra planta del pie en lugar de unas Nike. Just I do.

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